En el próximo episodio de La Promesa, Lorenzo continúa con su siniestro plan para destruir psicológicamente a Eugenia, su propia esposa. Junto a Leocadia, está decidido a desestabilizarla mentalmente hasta llevarla al colapso total, justo durante el bautizo de los gemelos de Catalina. Pero lo que los villanos no esperan es que Eugenia ya ha descubierto el complot y está lista para dar un giro inesperado.
Todo ocurre durante una noche tensa y silenciosa en el palacio. Lorenzo, con manos temblorosas y sudor frío, aplica una crema manipulada en la frente de Eugenia, creyendo que ella está inconsciente. Tras completar el masaje, sale de la habitación y va al encuentro de Leocadia, quien lo espera complacida por su obediencia. Ella le entrega una crema más potente, destinada a afectar los sentidos de Eugenia hasta el punto de hacerla parecer loca ante todos.
Lorenzo duda. Aún muestra rastros de humanidad, recordando que Eugenia fue su esposa. Pero Leocadia lo presiona emocionalmente, recordándole que ya ha cruzado demasiadas líneas como para echarse atrás. Le recuerda que él encubrió delitos, destruyó evidencia y permitió el deterioro de Eugenia. A regañadientes, Lorenzo toma el frasco y se dirige nuevamente a su habitación, donde su conciencia lo abruma.
Mientras tanto, Eugenia, que había fingido estar dormida durante los masajes y susurros, se prepara para ejecutar su venganza. Cuando Lorenzo se acerca una vez más con la crema, ella abre los ojos con firmeza y lo detiene, sujetando con fuerza su muñeca. “No vas a hacerme daño otra vez”, le dice con voz débil pero decidida. Lorenzo queda paralizado, atónito ante el descubrimiento. El frasco cae de sus manos y mancha la colcha. Ella lo confronta: sabe todo, recuerda los susurros, el olor de los productos, las manipulaciones. Él intenta escapar, pero ella lo retiene, haciéndole sentir el peso de su traición.
A la mañana siguiente, Leocadia, ajena a que Eugenia ya ha reaccionado, intenta mover sus piezas en otra dirección. Busca ganarse la confianza de Manuel, el hijo del marqués, que trabaja en un proyecto de aviación. Fingiendo interés y admiración por sus planos, lo seduce con promesas de apoyo financiero ilimitado. Le ofrece piezas, libros, incluso un ingeniero extranjero para llevar su avión a buen término, con una única condición: que no escuche a quienes lo desprecian o subestiman.
Manuel, ansioso por avanzar en su sueño y cansado de las críticas de su entorno, acepta la oferta. Pero semanas después, empiezan los problemas. Una pieza clave del motor aparece defectuosa. Al principio, lo atribuye a un error técnico, pero tras investigar, descubre que fue reemplazada deliberadamente. Hallando la original escondida, confirma que todo fue una trampa.
Devastado, Manuel se da cuenta de que Leocadia intentaba sabotear su trabajo, quizá para desacreditarlo o eliminarlo del juego político. Decide no quedarse callado.
Llega el día del bautizo. El salón principal está lleno. Eugenia, sentada entre Pía y Curro, observa con serenidad fingida. Lorenzo luce tenso. Alonso, el marqués, está por dar un discurso cuando Manuel lo interrumpe. Se pone de pie, y ante todos, acusa a Leocadia de sabotaje. Muestra las piezas adulteradas, los documentos del ingeniero y explica cómo fue traicionado por ella. Leocadia intenta minimizarlo, pero Manuel la expone sin dejar espacio para dudas.
Justo entonces, entra un sargento con una orden de arresto. Las máscaras comienzan a caer.
Este impactante giro deja claro que Eugenia ha logrado sobrevivir al plan de Leocadia y Lorenzo, y ahora está lista para tomar el control de su vida nuevamente. Pero lo que vendrá después aún es incierto.