El próximo capítulo de La Promesa promete cambiarlo todo. Leocadia, decidida a vengarse de Cruz de una vez por todas, sabe que ha llegado el momento de revelar uno de los secretos más oscuros que la marquesa ha guardado durante años. Pero también es consciente del peligro que corre al exponer la verdad, por lo que toma una precaución crucial: deja una carta en la habitación de Manuel y Hanna, asegurándose de que, cuando sea leída, ella ya esté lejos.
Cuando Manuel despierta y encuentra la carta, su reacción es inmediata. Al leer su contenido, casi pierde el equilibrio. Sin pensarlo dos veces, irrumpe en la habitación de sus padres, su rostro desencajado por la incredulidad y la rabia. Enfrenta a Cruz, exigiéndole respuestas. La marquesa, aterrorizada, apenas puede balbucear una súplica de perdón, mientras que Alonso, lleno de furia, promete que hará pagar a Cruz por la traición.
Mientras tanto, el palacio de los Luján se sumerge en un tenso silencio. Cruz, con el peso de la verdad amenazando con desmoronarlo todo, camina con paso firme hasta su habitación. Allí la espera Petra, quien ya anticipa la tormenta que se avecina. La marquesa lanza sus guantes con furia y, con voz cargada de veneno, deja clara su postura: Leocadia debe irse, y si no se marcha por las buenas, lo hará por las malas. Petra, aunque incómoda con la orden, asiente.
Pero el plan de Cruz tiene un giro aún más siniestro. Antes del amanecer, Petra deja una misteriosa caja sobre la cama de Leocadia. Dentro de ella, un mensaje amenaza directamente a su hija Ángela. “Tres días. Si no te marchas, será la última vez que la veas con vida.” Al leerlo, Leocadia siente un escalofrío de rabia recorrer su cuerpo. Cruz ha cruzado la línea. Si la marquesa quiere guerra, la tendrá.
Decidida, Leocadia empaca sus cosas y se acerca a Petra. Con frialdad, le informa que se marchará, pero lo hace con una sonrisa calculada. “Dile a Cruz que su plan funcionó.” Petra sospecha que esto no es el final, pero no dice nada.
Antes de partir, Leocadia toma un último riesgo: desliza una carta bajo la puerta de Manuel. En ella, la verdad que cambiará todo: Cruz ha mentido toda su vida. Manuel nunca fue hijo de Alonso.
A la mañana siguiente, Manuel despierta y encuentra la carta. A medida que lee cada palabra, el color abandona su rostro. Su respiración se acelera y, con una mezcla de furia y desesperación, sale disparado hacia la habitación de sus padres. Sin dudarlo, abre las puertas con violencia, despertando a Cruz y sorprendiendo a Alonso.
“Dime que esto es mentira,” exige Manuel, arrojando la carta sobre la cama. Cruz, temblorosa, lee las palabras de Leocadia y sus ojos se llenan de lágrimas. Alonso, al ver su reacción, no necesita más pruebas. Con el rostro descompuesto por la traición, le exige la verdad.
Entre sollozos, Cruz finalmente lo confiesa: Manuel no es hijo de Alonso.
El silencio que sigue es atronador. Alonso se tambalea, como si el suelo hubiera desaparecido bajo sus pies. Manuel, con la mirada cargada de dolor y rabia, la enfrenta: “Entonces dime, ¿quién es mi verdadero padre?”
Cruz, con el rostro bañado en lágrimas, murmura el nombre que lo cambiará todo: Lorenzo.
La revelación cae como un rayo. Alonso siente repulsión y rabia. Manuel, consumido por la furia, pierde el control. El destino de los Luján ha dado un giro irreversible.
¿Qué hará ahora Alonso? ¿Manuel podrá aceptar su verdadera identidad? La promesa de venganza de Leocadia se ha cumplido, pero la guerra apenas comienza.