En este episodio, se desata una intensa discusión entre Irene y Pedro, en la que afloran los celos, los juicios y los sentimientos reprimidos. Todo comienza cuando Pedro, visiblemente molesto, le lanza una acusación directa: “Tienes algo con Damián”. Irene, sorprendida, lo enfrenta: “¿Has hablado con Digna?”. Pedro admite que sí. Aunque Digna no quería contarle nada, su preocupación por Irene lo llevó a insistir, especialmente por las miradas de complicidad que notó en el desayuno.

Irene intenta ponerle un alto: le dice que deje de preocuparse por ella, que no tiene ningún derecho a meterse en su vida personal. Pero Pedro insiste. Le lanza otra indirecta, queriendo confirmar sus sospechas. Ella niega cualquier tipo de relación más allá de la amistad. Dice que solo se ven de vez en cuando y se hacen compañía, nada más.

Pedro no le cree. La acusa de ingenua, como si los años no hubieran pasado por ella. Le advierte que Damián solo quiere aprovecharse, que tiene una intención oculta: herirlo a él, y la mejor forma de hacerlo es ganándose el cariño de Irene. Ella, dolida, no puede creer lo que oye. Le exige que deje de hablar así de Damián. Asegura que él es un buen hombre.

Pero Pedro se pone más serio. Le dice que conoce muy bien a Damián como para saber que no es un interés real, sino parte de una estrategia. Irene ya no aguanta más. Le exige que pare, que deje de culpar a Damián por todo. Pedro intenta calmarla, pero ella lo corta en seco. Lo acusa de insinuar que ningún hombre puede interesarse por ella sin una doble intención. ¿Es que nadie puede verla de forma sincera?

Pedro se queda sin palabras cuando Irene, visiblemente dolida, lo enfrenta con firmeza. Entonces, él admite lo que ya es evidente: si no fuera solo una amistad, sería peor aún. Irene se molesta aún más. “¿Y qué importa que se trate de Damián?” —le espeta—. Pedro le responde que, justamente por ser Damián, él no puede quedarse de brazos cruzados.

Pero Irene ve en esa actitud una falta de respeto. Le reprocha que, después de tantos años, él todavía la mire como si fuera una niña ingenua que necesita protección. Pedro se defiende, diciendo que la valora demasiado y que por eso cree que Damián no está a su altura. Irene, con la voz entrecortada, le pide una sola cosa: que la deje descubrir la verdad por sí misma, aunque se equivoque.

La tensión llega a su punto más alto. Pedro, con el corazón en la mano, le dice que solo quiere evitarle un sufrimiento. Pero Irene ya no quiere más interferencias. Al final, Pedro cambia de tema de forma abrupta, ordenando que se llame urgentemente a Pítro Losada. Es una señal de que la conversación ha terminado, aunque nada ha quedado resuelto. Irene, todavía afectada, acepta hacer la llamada.

Una escena potente, donde la amistad, los celos, el orgullo y la necesidad de independencia chocan con fuerza. ¿Está Pedro realmente preocupado por Irene, o hay algo más detrás de su reacción? ¿Y será Damián tan inocente como parece, o las sospechas de Pedro tienen fundamento? Todo queda en el aire, con emociones al límite.