En el episodio 301 de Sueños de Libertad, se nos muestra un nuevo capítulo de la compleja relación entre María y Andrés. La escena arranca con una charla entre María y Pelayo, en la que él le comenta que pronto se reunirá con el gobernador civil en Madrid. María, con una mezcla de ironía y resignación, le pide que le envíe saludos “de parte de la esposa de Andrés de la Reina”, marcando con esa frase el peso de una unión que parece más formal que emocional.
Pelayo, intentando suavizar el momento, le comparte lo que él considera una buena noticia: el Tribunal Eclesiástico ha rechazado la solicitud de nulidad matrimonial entre María y Andrés. Esto significa que su matrimonio sigue siendo válido ante la Iglesia y que continuarán viviendo juntos. Sin embargo, la reacción de María no es la que él esperaba. Ella, lejos de celebrar la resolución, plantea si realmente es algo positivo. Reconoce que la nulidad habría sido una vía para empezar de nuevo, lejos de un vínculo que hoy parece desgastado.
A pesar de sus dudas, María declara que su deseo es intentar salvar su matrimonio, reconstruir lo que una vez tuvo con Andrés y mantener unida a su familia. Pelayo, aunque no se opone abiertamente a sus palabras, deja entrever que no está del todo convencido. Confiesa que cree en su bondad, que no le agrada ver a la gente sufrir y menos aún ver cómo algunos se regodean en el dolor ajeno.
La conversación se interrumpe con la llegada de Andrés, a quien María saluda de manera correcta pero distante. La frialdad entre ambos deja claro que, aunque el vínculo legal permanece, el emocional aún pende de un hilo. Una escena sutil pero cargada de tensión que nos recuerda que no siempre quedarse juntos es sinónimo de estar bien.