La oscuridad cae sobre La Promesa, pero esta vez no es solo la noche la que envuelve al palacio, sino una sombra mucho más profunda: la del pasado que regresa disfrazado de inocencia. Catalina, aún debilitada tras dar a luz a sus dos hijos, se enfrenta a una verdad que amenaza con romperla por completo. Uno de los bebés ha sido secuestrado y luego hallado cerca del invernadero… pero con él, también se ha descubierto una marca inquietante: un lunar en forma de corazón invertido, exactamente igual al que Yana describió en el cuerpo de su agresor.

¿Podría esta marca indicar una conexión familiar más oscura de lo que jamás imaginaron? ¿Y si el padre del niño no es Adriano, como todos creen, sino Pelayo, el hombre que traicionó a Catalina y desapareció sin dejar rastro?

En medio de la confusión, Leocadia es detenida como sospechosa principal del secuestro. Las pruebas apuntan hacia ella: una tela con el escudo familiar encontrada junto al bebé parece ser suya. Sin embargo, su actitud fría y arrogante ante el interrogatorio deja entrever que podría no ser tan culpable como aparenta. Sus palabras finales —“Pregúntenle a Pelayo… o a la misma Catalina”— siembran dudas aún más profundas.

Mientras tanto, Catalina, entre fiebre, dolor y miedo, empieza a atar cabos. El lunar de su hijo no es una simple coincidencia. Pide al doctor que le confirme si esa marca puede ser hereditaria. Su voz tiembla al recordar que Yana, víctima de una agresión brutal, aseguró que reconocería a su atacante por esa misma señal. ¿Está Catalina criando sin saberlo al hijo de un monstruo?

El palacio entero parece contener el aliento. Manuel, roto por la preocupación, intenta proteger a Catalina, mientras Curro se enfrenta cara a cara con Leocadia, exigiendo la verdad. Pero ella responde con una advertencia velada: “No soy la única que guarda secretos en esta casa”.

Y como si el destino jugara sus cartas más perversas, Adriano regresa. Exhausto, derrotado, con la barba crecida y los ojos cargados de culpa, pide ver a Catalina. Rómulo, en un gesto inesperado, le permite entrar unos minutos. Pero lo que Adriano no sabe es que Manuel lo espera en las escaleras, con una furia contenida que amenaza con explotar. El enfrentamiento es inminente.

Entre sombras, traiciones, heridas del pasado y marcas que no mienten, La Promesa se convierte en un torbellino de emociones. ¿Será capaz Catalina de proteger a sus hijos cuando todo lo que creía seguro se desmorona? ¿Y qué papel jugará Pelayo si su sangre corre por las venas de uno de los bebés?

Prepárate para un episodio que lo cambia todo. Porque cuando el pasado se graba en la piel… el presente ya no tiene escapatoria.