La noche del 25 de julio trajo consigo un giro monumental en La Promesa. Lo que empezó como una silenciosa búsqueda de respuestas por parte de Angela, terminó por desmantelar el régimen de miedo impuesto por el capitán don Lorenzo. Este capítulo se convirtió en un antes y un después no solo para los personajes, sino para la finca entera, marcando el inicio de una nueva etapa donde la valentía, la unidad y la justicia emergieron como protagonistas indiscutibles.

Movida por una sospecha cada vez más sólida, Angela decidió actuar por su cuenta y adentrarse en los rincones más oscuros de la finca. Su intuición la llevó a la oficina de don Lorenzo, donde descubrió una serie de pruebas incriminatorias: un libro de cuentas con cifras sospechosas, correspondencia comprometedora y una caja fuerte hábilmente oculta tras un cuadro. Sin embargo, lo más importante aún no había sido revelado.

Guiada por las pistas en el libro contable, Angela intentó abrir la caja fuerte, sin saber si lograría hacerlo. Con el corazón latiendo con fuerza, eligió una combinación basada en una fecha repetida: izquierda, derecha, izquierda. El sonido metálico que siguió confirmó su éxito. Dentro encontró un fajo de cartas atadas con una cinta roja y el breviario del padre Samuel con su cruz desgastada, prueba irrefutable de que su desaparición había sido forzada, y que el responsable directo era don Lorenzo.

Pero no había tiempo para celebrar. Pasos en el pasillo advirtieron la llegada de Lorenzo. Angela apagó su vela y se escondió tras unas cortinas. El capitán entró, olió la intrusión al instante, y exigió con voz fría que saliera. Angela, decidida y temblorosa, lo enfrentó. Su rostro pálido bajo la luz revelaba tanto miedo como valentía. Lorenzo intentó manipularla, pero Angela no cedió: “Eres un monstruo y todos lo sabrán.”

Justo cuando parecía que Lorenzo se abalanzaría sobre ella, Curro irrumpió por la ventana y lo enfrentó, aunque terminó siendo golpeado. Esa distracción fue suficiente para que Angela escapara con las pruebas. Su carrera por la finca se convirtió en una lucha por la supervivencia, con Lorenzo pisándole los talones. Mientras tanto, María y Petra habían seguido su intuición y llegaron a una cabaña de caza escondida, donde encontraron al padre Samuel vivo, aunque en estado crítico.

La tensión alcanzó su punto máximo cuando Angela fue atrapada por Lorenzo en la cocina. El forcejeo provocó que las cartas y el breviario se esparcieran por el suelo. Desde la ventana rota, Enora fue testigo de la escena. Aunque dolida por el amor no correspondido de Manuel, no dudó en correr a buscarlo. Despertó a Manuel y Ricardo, quienes bajaron corriendo. Al llegar, presenciaron cómo Lorenzo levantaba la mano contra Angela, y Manuel, encendido por una furia inédita, se abalanzó sobre él.

La pelea fue brutal, con muebles cayendo, gritos y golpes. Ricardo protegía a Angela mientras esta recuperaba las pruebas. Lorenzo parecía tener la ventaja, pero la situación cambió cuando Pía, Toño y López entraron armados con utensilios de cocina, convirtiendo la escena en una auténtica revolución doméstica.

En ese instante crucial, llegó la Guardia Civil, alertada por el pastor al que María y Petra habían convencido. El padre Samuel, aún débil, dio testimonio de todo, y los agentes esposaron al capitán. Angela entregó las pruebas, sellando así el destino del hombre que durante tanto tiempo había sembrado el terror.

El amanecer trajo consigo una calma distinta. Las lágrimas se mezclaban con sonrisas cansadas. Pía y Ricardo acompañaban a Curro, María abrazaba a Petra, y Enora recibía la gratitud sincera de Manuel. Angela, agotada pero serena, tomaba un café ofrecido por él, mientras en su mirada aún brillaba el reflejo de todo lo vivido. Hann, aunque ausente, se hizo presente en cada gesto de gratitud, en cada decisión valiente. Su memoria fue la llama que mantuvo encendida la esperanza.

Este episodio no fue solo la caída de don Lorenzo, sino la consagración del espíritu de resistencia de La Promesa. Fue un despertar colectivo, donde el miedo dejó de tener lugar y la comunidad encontró la fuerza para protegerse mutuamente. Aunque muchas heridas seguirán abiertas, la finca se llenó de un aire nuevo, libre y esperanzador. La promesa no termina aquí. Con un futuro aún incierto, pero una comunidad más fuerte que nunca, queda claro que lo mejor aún está por venir.