SPOILER EXTENSO: FINA SE SIENTE OLVIDADA… Y CARMEN Y CLAUDIA LE TIENDEN EL CORAZÓN
En el capítulo 339 de Sueños de Libertad, la calidez de la amistad brilla en medio de la tristeza silenciosa que invade el corazón de Fina. La escena se desarrolla con una conversación entre ella, Carmen y Claudia, que comienza con risas y termina con un abrazo emocional que deja huella.
Todo inicia en un ambiente relajado. Carmen le pregunta a Claudia cómo va el proyecto de restaurar un viejo mueble. Claudia, con orgullo, cuenta que logró lijar y barnizar una cómoda que ahora parece nueva. Fina, divertida, recuerda lo destartalada que estaba y bromea diciendo que parecía más lista para el vertedero que para una casa. La sorpresa llega cuando Claudia menciona que Chema, el hermano de Fina, la ayudó. Fina se queda perpleja: “¿Chema? ¡Pero si no sabe ni cambiar una bombilla!” Las risas estallan cuando Carmen sugiere que quizás Chema solo quería caerle bien a Claudia… o tal vez, ganarse la simpatía de Fina. Fina se ríe, pero responde con cariño: “Solo yo puedo burlarme de mi hermano, que quede claro.”
En medio de ese tono alegre, surge un matiz más profundo. Claudia admite que normalmente no tiene paciencia para tareas manuales, pero esta vez se sintió realmente motivada. La cómoda era para los niños de la casa cuna, y eso le tocó el corazón. Se le iluminan los ojos al hablar de ellos. También menciona que le encantaría comprarles un móvil colgante para la cuna, aunque el precio es alto. Carmen la anima a fabricarlo ella misma, y Fina, sin dudarlo, se ofrece a ayudar. Se respira ternura, complicidad y una energía de hermandad que emociona.
Pero entonces, el clima cambia. Fina baja la voz y comparte algo que ha estado guardando. Dice que al escuchar a Claudia hablar con tanta pasión por su trabajo en la casa cuna, siente una punzada de tristeza. Ella no tiene algo así que le llene el alma. Antes solía disfrutar de escuchar la radio junto a Marta, pero ya ni eso hacen. Marta, su pareja, se casó recientemente con Pelayo, y desde entonces, todo ha cambiado.
Fina se sincera, con el corazón en la mano: “Me siento apartada.” Marta ahora pasa la mayor parte de su tiempo acompañando a Pelayo en actos oficiales, y aunque Fina entiende que es su deber, eso no calma el vacío que le deja. “Me siento como si esperara mi turno… pero nunca llega,” dice con una mezcla de resignación y tristeza. Su voz se quiebra, y sus amigas lo notan.
Carmen intenta consolarla: “Eso es normal al principio… con el tiempo, todo se acomoda.” Pero Fina no logra verlo así, menos ahora que se rumorea que Pelayo podría ser nombrado gobernador civil de Toledo. Si eso ocurre, Marta tendrá aún más compromisos, más eventos, más distancia. Y Fina… más soledad.
La frase que pronuncia Fina resuena como un grito silente: “Me quedaré sentadita esperando mi turno.” No hay dramatismo, solo una tristeza profunda, contenida. Pero Carmen y Claudia no la dejan hundirse. La rodean con ternura, le dicen que no está sola. Carmen le promete que estarán con ella, aunque sea acurrucadas bajo una manta, escuchando la radio como en los viejos tiempos. Claudia asiente, con los ojos brillantes.
Ese instante, íntimo y dulce, muestra que el amor puede doler cuando se convierte en espera, pero también que las amigas pueden ser el refugio cuando el corazón se enfría. Fina no encuentra consuelo en Marta… pero sí en esas dos mujeres que la escuchan, que la entienden, y que le ofrecen lo más valioso: su compañía incondicional.
Así concluye este capítulo lleno de humanidad, donde los gestos pequeños –una broma, una promesa, una mano en el hombro– valen más que mil discursos. Sueños de Libertad nos recuerda que a veces no se necesita resolverlo todo… basta con estar ahí. Y Carmen y Claudia están ahí para Fina, en cuerpo y alma.
