La oscuridad ya no está solo en el ambiente… vive dentro de María. Así comienza este devastador episodio de Sueños de Libertad, con una imagen que duele: una bandeja de desayuno sin tocar, una habitación fría de hospital y una mujer rota. María, inmóvil en la cama, mira un simple tenedor como si fuera su último nexo con el mundo. Lo toma con firmeza y, sin pestañear, se lo clava en la pierna. No hay reacción. No hay dolor. Solo vacío. Es el momento más brutal de una mujer que se ha rendido al abismo.

Cuando Gema entra, la escena no mejora. Sonríe con suavidad, como queriendo borrar el espanto con una caricia, pero María responde con una ironía que corta. No quiere compasión. No quiere frases vacías. “Tú y yo ya no compartimos nada”, le dice, como si aquellas palabras pudieran borrar años de amistad. Gema aguanta, intenta mantenerse firme, pero María lanza cada palabra como un dardo. Duele verla así: sarcástica, furiosa, quebrada. Cuando Gema decide marcharse, entra la doctora Luz… y con ella, la verdad que nadie quiere escuchar.

María se endereza un poco. La ansiedad le brota en los ojos. ¿Qué dijo el especialista? ¿Hay esperanzas? Luz intenta ser delicada, pero sus palabras lo arrasan todo: las lesiones son más graves de lo esperado. La posibilidad de que María recupere el movimiento en las piernas es casi nula. El daño es irreversible. Una operación sería un riesgo para su vida. María niega, desesperada, se agarra a cualquier mínima posibilidad. Pero no hay salvación. Solo silencio, y una realidad que pesa más que el dolor físico.

Y entonces, explota. Gritos, llanto, vasos al suelo, mantas volando. María lanza todo con una rabia que nace del alma. Gema entra de nuevo y la abraza con fuerza. Ya no hay sarcasmo, solo llanto. Un llanto seco, de esos que se sienten en el pecho más que en los ojos. María se derrumba entre los brazos de quien fue su amiga, rota en mil pedazos.

Horas después, la doctora Luz llega a la casa de los De la Reina. Andrés y Begoña la esperan, aferrados a una esperanza que está a punto de morir. Luz, con el rostro sombrío, les da la noticia: María no volverá a caminar. Andrés no puede creerlo. Se culpa. Siente que todo esto es por su culpa. Que él destruyó a María. Begoña intenta detenerlo, consolarlo, pero él se aparta. No puede escuchar más. Se marcha por el pasillo como si huyera de sí mismo. Luz lo mira irse y comprende que no solo María necesitará sanar… hay muchas más heridas abiertas.

Mientras tanto, en otro rincón del drama, Raúl conversa con Claudia sobre lo que ha pasado. La noticia de que María está en el hospital ha corrido rápido. Cuando él se entera de la gravedad, no lo piensa dos veces. Toma un ramo de flores y decide ir a verla. Manuela trata de detenerlo, de advertirle que María ya no será la misma. Pero Raúl necesita verla con sus propios ojos. Necesita demostrarle que no está sola.

En el hospital, Gema todavía está con María. Cuando Raúl llega, ella le sonríe con ternura y se despide, dejándolos solos. Él, inseguro, deja las flores en la mesa. María, sin ni siquiera mirarlo, le lanza palabras frías. No quiere lástima. Pero Raúl no se rinde. No está allí por obligación, sino porque ella le importa de verdad. María le recuerda con amargura que quien debería estar ahí es su marido. Pero Andrés ha desaparecido.

Y entonces, sucede lo inesperado. Con voz baja y apagada, María empieza a contarle la verdad: lo que pasó en esas escaleras no fue un accidente. Alguien la empujó. Fue durante una discusión, violenta, dolorosa. Raúl entiende. No necesita más detalles. El silencio de María lo confirma todo. Y entonces, la rabia le brota por los ojos. Promete que Andrés pagará por lo que le ha hecho.

Pero María, derrotada, le recuerda algo importante: enfrentarse a los De la Reina no es cualquier cosa. Son intocables. Lo dice con resignación, como quien ha perdido la fe en la justicia. Raúl, sin embargo, se lamenta por no haber estado. Por no haberla protegido. Por no haberla amado cuando aún tenía tiempo.

“Ya nada importa”, le dice ella, con una voz tan baja que apenas se escucha. Pero sí se siente. Porque cada palabra suya lleva una carga de tristeza que desarma. Raúl, conmovido, se acerca y le da un beso en la mejilla. María cierra los ojos y lo agradece. Le da las gracias por las flores, por su presencia, por ser un poco de luz en su noche interminable.

Y así cierra este doloroso episodio. Con María enfrentando la peor noticia de su vida: jamás volverá a caminar. Con Andrés huyendo de su culpa, Gema cargando con el rechazo, y Raúl dispuesto a luchar por justicia… aunque la batalla sea imposible. Sueños de Libertad nos recuerda una vez más que no hay dolor más profundo que el de un corazón traicionado, ni oscuridad más cruel que la que llega cuando el alma se rompe.

¿Podrá María reconstruirse desde las cenizas? ¿Hasta dónde llegará Raúl para hacer justicia? ¿Y Andrés… volverá para enfrentar el monstruo que ha creado? El próximo capítulo promete más verdades, más lágrimas y más lucha por una libertad que cada vez parece más lejana.

¿Deseas otro spoiler con un enfoque distinto (por ejemplo, más centrado en Andrés, Raúl o Gema)?