Las tensiones estallan en el corazón de las Perfumerías de la Reina, cuando Damián irrumpe furioso en la sala de juntas, indignado por las decisiones recientes de Pedro. Su voz, cargada de furia y desilusión, retumba con fuerza al cuestionar los privilegios otorgados sin consulta alguna a Cristina, la sobrina de Pedro, y al hijo de su esposa. Lo considera un golpe bajo a la meritocracia y a la estabilidad de la empresa.
Marta, visiblemente afectada pero intentando mantener la compostura, intenta calmarlo. Le recuerda que ya le había advertido sobre las tensiones que se estaban gestando. La empresa, otrora un símbolo de estabilidad y elegancia, ahora es un campo de batalla donde las palabras son dagas y la desconfianza se propaga como un virus. Las reuniones ya no son espacios de trabajo sino trincheras de guerra fría.
Aun así, Marta intenta salvar la imagen de Pedro, convencida de que no está detrás de la tormenta que se avecina. Cree firmemente que es la feroz competencia externa quien está empujando a la empresa a situaciones límite. Pero Damián, sumido en la frustración, ya no tiene esa claridad. Para él, la esencia de la empresa se está perdiendo. La lealtad y la integridad se ven cada vez más eclipsadas por decisiones impulsivas y favoritismos internos. Cree que están siendo arrastrados por una corriente destructiva en la que nadie parece tener el control.
En medio de esta tensa conversación, aparece Joaquín. Su rostro serio no presagia nada bueno. Irrumpe buscando a Luis, pero al enterarse de lo que se debate, no duda en intervenir con una noticia que paraliza a todos: Pedro ha ofrecido a Cristina el 5% de las ganancias del nuevo perfume. Un movimiento sorprendente que descoloca incluso a Marta. Su reacción es inmediata: “¡Eso es una locura!” afirma, indignada. Damián se une, cuestionando de dónde saldrá el dinero para mantener a flote la empresa si comienzan a repartir beneficios antes de generarlos.
Joaquín intenta suavizar el golpe explicando que Luis ya expresó su preocupación, pero que Pedro no pareció ceder. De hecho, tomó una decisión aún más polémica: los perfumistas recibirán a partir de ahora el 5% de las ganancias de cada creación que realicen. Esta medida, lejos de aliviar tensiones, termina por desatar una tormenta. Para Damián, esto es el colmo del nepotismo. Considera que Pedro está usando la empresa como un feudo personal, repartiendo beneficios y poder sin transparencia ni consenso.
La conversación se vuelve aún más confusa. Joaquín trata de desvincularse, al igual que a su hermano Luis, pero sus intentos por mantenerse al margen no calman a Damián. Surge una pregunta inquietante: ¿Qué opina realmente Luis de todo esto? ¿Está de acuerdo con las decisiones de su padre o también se siente desplazado por este giro empresarial?
El ambiente en la sala es irrespirable. La palabra “traición” flota en el aire, silenciosa pero palpable. Damián, abrumado por el cúmulo de decisiones unilaterales y la creciente sensación de caos, cierra la conversación con una frase definitiva: “Esto no puede quedarse así. Hay que hablar de todo esto”. Sus palabras no son una simple opinión, sino un grito desesperado por rescatar lo poco que queda de una empresa en crisis.
Y es que ya no se trata solo de un posible espía infiltrado, una sospecha que había encendido las alarmas hace unos días. Ahora el problema es mayor, más profundo: las grietas en el seno de la familia están comprometiendo el futuro de la empresa. Decisiones tomadas sin consenso, promesas arriesgadas y una cadena de favoritismos han hecho que lo empresarial y lo personal choquen con violencia.
Lo que comenzó como una conversación sobre gestión empresarial se ha transformado en una revelación amarga: la confianza ha sido erosionada por una serie de acciones que están enfrentando a hermanos, tíos, cuñados y socios. Las líneas divisorias entre la familia y la empresa, antes nítidas, ahora se difuminan peligrosamente.
Cada palabra dicha, cada gesto contenido, deja ver que ya nada es como antes. Las perfumerías de la reina se tambalean, no solo por la feroz competencia externa, sino por la guerra interna que se ha desatado entre sus muros. Las decisiones de Pedro, que algunos ven como innovadoras y otros como desleales, están convirtiendo una firma familiar en un campo minado.
Joaquín, en medio del caos, intenta contener el fuego, pero ya es tarde. Las dudas se han sembrado, las lealtades se cuestionan, y el futuro parece más incierto que nunca. Marta intenta, por última vez, suavizar el impacto de los hechos defendiendo a Pedro con firmeza. Pero ni siquiera su voz logra borrar la desconfianza que se ha instalado en los corazones de quienes hasta hace poco lo seguían con convicción.
La reunión termina con una sensación de abismo. Lo que parecía una crisis pasajera se ha revelado como una verdadera fractura estructural. Ya no se trata solo de una mala decisión. Se trata de una serie de quiebres emocionales, familiares y empresariales que amenazan con hundir lo que durante tanto tiempo se construyó.
Mientras los personajes se dispersan, queda la certeza de que nada volverá a ser como antes. Las perfumerías ya no huelen a éxito, sino a traición, y la fragancia del conflicto ha impregnado cada rincón del negocio familiar.