La verdad está a punto de salir a la luz, y lo que se descubrirá cambiará el destino de La Promesa para siempre. ¿Quién intentó acabar con la vida de Jana? Las pistas han estado delante de todos, pero el culpable es alguien que nadie imaginaba.
El sargento Burdina, tras haber sido llamado para investigar el ataque contra Jana, promete a Manuel que no descansará hasta encontrar al responsable. Con una determinación inquebrantable, interroga a los habitantes del palacio, revisa cada rincón y examina todas las pruebas. Sin embargo, cuando por fin encuentra una pista crucial, la revelación es impactante: el principal sospechoso no es quien todos pensaban.
Mientras la investigación avanza, Manuel se sumerge en una espiral de dolor y desesperación. La salud de Jana sigue pendiendo de un hilo, y los médicos, con expresión sombría, le confiesan que han hecho todo lo posible. Las palabras caen como un golpe devastador: “No hay nada más que podamos hacer”. Manuel siente cómo su mundo se derrumba. Su hijo, su futuro, todo lo que soñó con Jana, está siendo arrebatado cruelmente. Pero en su dolor nace una furia incontrolable.
“Voy a encontrar al culpable”, jura con el rostro endurecido. No descansará hasta que la persona que intentó destruir su vida pague por cada lágrima derramada. A la mañana siguiente, sin perder tiempo, se presenta ante el sargento Burdina exigiendo respuestas. “Necesito un nombre”, dice con voz firme, pero el sargento le advierte que aún es pronto. Sin pruebas suficientes, no pueden apresurarse o el verdadero culpable podría escapar.
Manuel, con el corazón desgarrado, menciona los nombres de aquellos que podrían haber tenido razones para atacar a Jana: Cruz, Leocadia, Lorenzo… Pero la idea de que su propia madre pueda estar involucrada lo deja sin aliento. “Cruz siempre dejó claro que nunca aceptó mi matrimonio”, admite con dificultad. “Siempre quiso destruirla”.
La tensión en el palacio crece. Cruz, aunque finge serenidad, muestra signos de nerviosismo. Las miradas se cruzan, la incertidumbre es insoportable. Finalmente, el sargento irrumpe en la sala con una decisión inapelable. “Quiero que Cruz, Leocadia y Lorenzo se pongan de pie”, ordena con voz firme. La familia entera contiene la respiración.
Y entonces, la verdad estalla como un relámpago. “Usted fue la responsable del disparo, doña Cruz”, sentencia Burdina. Un silencio sepulcral llena la sala. Cruz palidece, su máscara de seguridad se resquebraja. “¡Esto es un error!”, grita, pero sus manos temblorosas la delatan.
El aire se vuelve pesado, los criados murmuran con incredulidad. Manuel, con la mirada en llamas, no puede creer lo que escucha. “¿Tú? ¿Tú intentaste matar a Jana?”, susurra con voz rota. Pero no hay vuelta atrás. El sargento le coloca las esposas y la detiene.
El destino de Cruz está sellado. ¿Cómo intentará defenderse? ¿Habrá alguien más detrás de este crimen? La historia de La Promesa da un giro inesperado, y la verdad apenas comienza a revelarse.