En un dramático giro dentro de los muros sombríos de La Promesa, Leocadia —imperturbable y calculadora— deja caer una confesión letal: ella misma orquestó el sabotaje que casi le cuesta la vida a Curro. Lo que parecía un accidente con el caballo se revela como un intento premeditado de asesinato, motivado por el temor a que el joven descubriera secretos oscuros enterrados en el pasado de la familia Luján.
La caída fue solo el primer movimiento de un plan mayor: expulsarlo sin levantar sospechas. Para lograrlo, manipuló al marqués Alonso con un exilio disfrazado de misión diplomática. Pero la revelación de su implicación en la tragedia de Eugenia y el intento de asesinato estalla en un momento de furia que nadie esperaba, desencadenando un efecto dominó de horror, traición y justicia largamente aplazada.
La máscara de Leocadia cae ante Curro, Ángela y, lo más demoledor, Alonso, quien escucha toda la confesión desde el umbral sin ser visto. El impacto es devastador: el marqués, roto por la verdad, encara a Leocadia como jamás lo había hecho.