En un giro explosivo de los acontecimientos, La Promesa transforma un apacible bautizo en un campo de batalla moral, donde secretos guardados durante años salen a la luz y los lazos familiares son puestos a prueba. La serie alcanza uno de sus clímax más intensos cuando Emilia, hasta entonces envuelta en un halo de misterio, decide abandonar su falsa identidad y revelarse como Isabela Montero, heredera de una familia destruida por la codicia y la crueldad del Duque de Carvajal y Cifuentes.
Movida por el miedo a que su oscuro pasado alcance a quienes ha comenzado a amar, Isabela intenta huir de La Promesa, pero es detenida por Rómulo, quien la convence de que es momento de enfrentar la verdad. La conversación entre ellos revela los horrores sufridos por Isabela a manos del Duque, desde la ruina económica de su familia hasta su paso por una clínica clandestina utilizada por Lisandro para neutralizar enemigos a través de diagnósticos falsos y desapariciones forzadas.
Mientras tanto, en los salones del palacio, crece la tensión entre Catalina, Adriano y Don Alonso, divididos sobre el papel que Lisandro pretende jugar como padrino de los gemelos. Su presencia no es bienvenida, pero su influencia y poder lo mantienen como una amenaza constante. A la par, Manuel descubre que Toño, un joven sirviente, es en realidad Antonio Valdés, un espía infiltrado bajo amenazas por el propio Duque. La confesión del muchacho expone una red de chantaje y vigilancia que pone en evidencia la ambición sin escrúpulos del aristócrata.
Cuando llega el día del bautizo, la tensión estalla. Lisandro hace una entrada imponente, desafiando la voluntad de los padres al presentarse como protector de los gemelos. Con un discurso envolvente, intenta comprar influencia mediante un fideicomiso millonario, dejando entrever su deseo de vincular legalmente a los niños con su linaje. Su oferta es una amenaza disfrazada de generosidad, y es en ese momento que Manuel se atreve a confrontarlo públicamente, revelando la verdad sobre el espionaje de Antonio.
La intervención de Isabela –que irrumpe en la ceremonia con determinación y pruebas en mano– desmantela por completo la máscara del Duque. Frente a toda la nobleza reunida, expone su verdadero rostro: un criminal sin escrúpulos que ha manipulado, robado y destruido vidas para alimentar su ambición. Lisandro, sorprendido por la reaparición de la mujer que creía muerta, queda acorralado. La revelación de Isabela marca el inicio de su caída, mientras Rómulo, Manuel y los demás se preparan para reunir las pruebas necesarias y llevar al Duque ante la justicia.
En paralelo, Eugenia, víctima de un plan siniestro por parte de Lorenzo y Leocadia, comienza a darse cuenta de la manipulación psicológica a la que ha sido sometida. Con la ayuda del Conde de Ayala, intenta recuperar el control sobre su mente y su destino, añadiendo una nueva capa de intriga a una historia que no da tregua.
El bautizo, símbolo de pureza y renovación, se convierte así en el escenario de una catarsis colectiva, donde los hilos ocultos de una trama siniestra comienzan a desenredarse. Las máscaras caen, las alianzas se redefinen y la promesa de justicia empieza a tomar forma, liderada por una mujer que, tras años de silencio, decide hablar.