El próximo capítulo de Sueños de Libertad promete emociones intensas y nuevas confrontaciones que remueven el pasado de todos los personajes. Todo comienza en casa de los Carpena, donde Don Pedro llega con entusiasmo, dispuesto a reavivar la ilusión del viaje de novios que había sido pospuesto. Sin embargo, sus planes se ven truncados cuando encuentra a Digna visiblemente alterada por un enfrentamiento reciente con Damián. Le deja claro que no está de ánimo para hablar de viajes y se retira a la mesa para calmarse.

Don Pedro, sorprendido, intenta obtener más información sobre lo ocurrido, pero Digna evita entrar en detalles. No obstante, termina confesando que Damián la acusó de haber manipulado la situación con los trabajadores y de que Pedro fue quien sobornó al operario que instigó a los empleados. También lo responsabiliza de haber forzado la dimisión de Jesús solo para hacerse con el control de la fábrica. Don Pedro, indignado por las falsas acusaciones, jura que todo eso es absurdo, asegurando que jamás se rebajaría a ese nivel.

Pese a la tensión, Digna reitera su confianza plena en su esposo. Le recuerda que si hubiera tenido la más mínima duda sobre su integridad, jamás se habría casado con él. Él, por su parte, le pide que se aleje definitivamente de Damián y de esa familia que solo busca hacerle daño. Como intento de pasar página, le propone salir a comer fuera, y ella finalmente accede.

Mientras tanto, en la casa de los De la Reina, Begoña interrumpe una conversación entre Andrés y su padre. Trae un mensaje: Julia insiste en ver a María. Andrés considera que puede ser positivo para su madre, pero Begoña teme que María le hable a la niña sobre lo ocurrido con su caída. Andrés reconoce que no podrán evitar que María cuente su versión si así lo desea, y le deja la decisión a ella.

Begoña sube a ver a María, quien no reacciona con agrado al verla. Pregunta por Andrés, pero al enterarse de que está abajo, responde con frialdad. Sin embargo, cuando Julia entra y se presenta como “no una visita, sino su sobrina”, el rostro de María se transforma. Se ilumina con una sonrisa, recibe con ternura el dibujo que la niña le ha traído y se emociona por el detalle.

La conversación se torna emotiva. Julia le ofrece sus materiales para que María también pinte, pero luego, inocentemente, toca un tema delicado: recuerda que su madre le prohibía trepar por las barandillas, como si presentara un presagio. María, mirando a Begoña, reflexiona sobre cuántas penas se habrían evitado si su hermana siguiera viva. Entonces llega la temida pregunta: “¿Y a ti qué te pasó?”. Julia no cree que María estuviera trepando.

María guarda silencio unos segundos que parecen eternos. Luego afirma que fue un tropiezo, que todo sucedió muy rápido y lo único que recuerda es estar ya en el suelo. Lo más duro de su respuesta es la afirmación de que ya no volverá a caminar. Julia, con una ternura propia de su edad, le pide que no diga eso, que hay que tener fe. María se rompe. Entre lágrimas, dice sentir que desde que llegó a esa casa, la desgracia no ha dejado de perseguirla. Y lanza un consejo oscuro: que no se enamore nunca, porque el amor solo trae sufrimiento.

Begoña, al ver la creciente agitación de María, decide terminar la visita y se lleva a la niña. María, entonces, despide a su sobrina con cariño, pero lanza una mirada cargada de reproche hacia Begoña. La escena deja en claro que, aunque aparentemente resignada, María sigue llena de resentimiento y heridas abiertas.

Más tarde, en el despacho de Damián, la tensión escala aún más. Don Pedro irrumpe de manera agresiva, acusándolo de esconderse y de seguir difamándolo. Damián mantiene la compostura, pero no cede terreno. Le recuerda que, aunque intente lavarse las manos, todos saben que está relacionado con la muerte de Jesús y que su verdadero objetivo siempre fue quitarle el poder a Joaquín.

La discusión se convierte en un duelo verbal. Don Pedro, sintiéndose atacado, lanza frases sarcásticas e incluso amenaza con romper los vínculos si Damián sigue interfiriendo en su vida y en la de Digna. Pero Damián no se deja intimidar. Le recuerda que Digna es su familia, que Joaquín y Luis son sus sobrinos, y que nunca dejará de protegerlos.

El intercambio se vuelve cada vez más personal y agresivo. Damián insinúa que el pasado de Don Pedro está lleno de sombras, incluso mencionando a su hermana. Don Pedro estalla, pero Damián le advierte: su mayor enemigo no es él, sino su propio pasado, del cual no podrá escapar. Antes de irse, le deja una frase lapidaria: “Has perdido. Y si me sigues buscando, terminarás por encontrarme.”

Por si fuera poco, el detective privado contratado por Damián aparece en casa de los De la Reina, buscando una conversación urgente. Irene ha descubierto su verdadera identidad y lo ha desenmascarado. Al parecer, lo siguió tras una reunión fallida y lo vio con otro cliente. Eso levantó sus sospechas y lo llevó a atar cabos. La situación ahora se complica porque, al parecer, Cristina Ricarte —la mujer que comenzó a trabajar en el laboratorio— también podría haberlo visto y reconocido.

Damián, molesto por este giro inesperado, se defiende. Asegura que sus decisiones empresariales no deben ser cuestionadas y que no tiene por qué justificar sus actos ante el detective. Sin embargo, este último le advierte que, por su imprudencia, toda la operación podría estar en riesgo. El detective quiere saber hasta qué punto Damián ha comprometido la confidencialidad de la investigación. Y aunque Damián intenta culparlo por haber sido descubierto, el investigador deja claro que quien está creando caos es él.

El episodio termina con múltiples frentes abiertos: una María debilitada, pero emocionalmente combativa; una Digna dividida entre su pasado y su presente; un Don Pedro acorralado por su historia; y un Damián cuya red de secretos empieza a enredarse peligrosamente. El pasado, como bien advierte Damián, siempre vuelve… y en Sueños de Libertad, nadie puede escapar de él.