En el corazón tenebroso de La Promesa, donde cada rincón del palacio guarda secretos inconfesables, Curro descubre una verdad que sacude los cimientos de todo lo que creía: Eugenia no se quitó la vida. Fue víctima de una traición cuidadosamente planificada. Durante semanas, el joven ha vivido atormentado, pero una serie de hallazgos —entre ellos, un diario olvidado y un frasco escondido— lo conducen hacia un descubrimiento perturbador: Leocadia, con aparente dulzura, administraba a Eugenia una infusión cargada de sustancias que iban apagando poco a poco su mente.
Con la ayuda de Pía, Curro inicia una investigación secreta dentro del palacio. Los pasillos se convierten en campos de batalla silenciosos, donde cada mirada puede ser un espía y cada palabra una trampa. La complicidad entre ellos crece mientras reúnen pruebas, moviéndose entre habitaciones, cajones ocultos y pasados enterrados. La llave maestra de Rómulo les permite entrar al cuarto de Leocadia, donde encuentran frascos vacíos y el diario de Eugenia, lleno de entradas alarmantes: confusión, vigilancia constante, desconfianza hacia los que la rodeaban.
Eugenia dejó pistas. Supo hasta el final que algo no estaba bien, y su última nota —dirigida a Curro— es una súplica muda de perdón. Esa prueba los impulsa a ir más allá. Sospechan de tres nombres poderosos: Leocadia, Lorenzo y el duque Lisandro. Los tres con motivos, con acceso, y con razones para quererla silenciada. Pía, con su mente estratégica, insiste en actuar con cautela. Saben que enfrentan a monstruos disfrazados de nobleza.
El golpe de suerte llega cuando el palacio queda semivacío por un viaje de los señores. Pía, con ayuda de las llaves antiguas, registra el despacho de Lorenzo y encuentra un pequeño frasco escondido entre trajes de invierno: el mismo tipo de envase que usaba Leocadia. Sabe que es demasiado arriesgado compartir el hallazgo de inmediato, así que se adelanta. Lo lleva a un viejo boticario de confianza en una aldea cercana. Al analizar el frasco, la expresión del boticario cambia. Reconoce la sustancia al instante. Su rostro se ensombrece. Es una toxina conocida por causar confusión, pérdida de memoria y finalmente, colapso mental.
Eugenia no enloqueció. Fue envenenada lentamente, día tras día, por aquellos en quienes debía confiar. La verdad empieza a salir a la luz, pero la batalla apenas comienza. La justicia se vislumbra, pero los culpables aún ostentan poder y no se detendrán fácilmente. Curro, impulsado por la promesa que hizo a Eugenia, está dispuesto a llegar hasta el final.