Marta y Fina atraviesan un momento de intensa carga emocional, enfrentando el incierto destino que se avecina. Fina parece haber mejorado físicamente, pero su recuperación solo acelera su inevitable partida. Con sarcasmo, Marta le sugiere que podría fingir estar peor, dado su talento para aparentar, lo que provoca la molestia inmediata de Fina. Sin ánimos para discutir, ella le advierte que no está en disposición de soportar sus comentarios. Viendo su reacción, Marta cambia de tono y, con sinceridad, le confiesa que la respeta más que a nadie en la casa.
Las tensiones se disipan y Fina se disculpa, admitiendo que nunca ha sabido cómo tratarla con naturalidad y que, en cualquier caso, el tiempo no les permitirá acostumbrarse la una a la otra. Es entonces cuando Marta revela una impactante decisión: ha aceptado una oferta para empezar de nuevo en Francia junto a su hija. La noticia deja a Fina atónita, y su primera reacción es preguntar cuándo se irá. Marta le responde que será en cuestión de días y admite que hay quienes estaban ansiosos por separarla de su hija.
Fina, preocupada, le pregunta si esto significa que está rindiéndose ante sus adversarios. Pero Marta, con una mezcla de determinación y resignación, le asegura que, aunque no puede impedir que sus enemigos sigan adelante, su mejor venganza será alejarse con su hija. Fina intenta infundirle ánimos, recordándole su fortaleza y su capacidad para enfrentar cualquier desafío. Marta, sin embargo, se encuentra tan agotada que ni siquiera tiene fuerzas para comer.
Entre reflexiones sobre el futuro, ambas reconocen que quizás algún día podrán reírse de sus dificultades, aunque sea desde caminos separados. Con melancolía, Fina acepta que la distancia es inevitable, pero Marta le promete que nunca perderán el contacto.