¿Qué habría pasado si la historia de La Promesa hubiese tomado un camino completamente diferente? En una fascinante trama alternativa, se plantea un escenario donde Leocadia, siempre estratégica y manipuladora, ve en Santos mucho más que a un simple criado enamorado de Ana. En esta versión imaginada, Leocadia aprovecha las profundas heridas emocionales de Santos —su abandono materno, su vulnerabilidad y su necesidad de pertenecer— para convertirlo en su informador personal, su leal aliado… y quizás algo más.
Desde su llegada a La Promesa, Leocadia observa con atención el desequilibrio emocional de Santos. Sabe que es alguien fácil de moldear, especialmente para alguien como ella, experta en decirle a cada uno lo que quiere oír. Con pequeños gestos de afecto, promesas veladas y una falsa sensación de comprensión maternal, Leocadia se mete a Santos en el bolsillo. Él, cegado por esa atención que nunca tuvo, se convierte en su sombra.
A espaldas de todos, Santos comienza a actuar como espía en las cocinas, en los pasillos, en los rincones donde las palabras parecen escapar. Mientras Petra servía lealmente a Cruz, ahora es Santos quien responde a Leocadia. Las similitudes son claras: dos grandes damas, dos sirvientes devotos, dos estrategias paralelas… hasta que la historia da un giro brutal.
¿Qué pasaría si Leocadia fuese realmente la responsable de la muerte de Jana/Hann? Con Santos a su lado, todo encajaría. Él podría haber obtenido el botón de la bata de Cruz, o incluso, llevado a cabo el crimen bajo órdenes de Leocadia. Una ejecución silenciosa, motivada por lealtad, por amor mal entendido… o por ambición disfrazada.
La consecuencia directa de esta alianza no es solo el poder que Leocadia obtendría en palacio tras la caída de Cruz, sino el ascenso inmediato de Santos a mayordomo principal, desplazando a su propio padre, Rómulo, que quedaría relegado a tareas menores bajo la excusa de su avanzada edad. Una venganza calculada, un nuevo orden dentro del servicio. Petra, por supuesto, también caería: degradada a simple doncella, sustituida por una recuperada Pía en la jefatura del personal, cerrando el círculo de poder a favor de Leocadia.
Pero lo más perturbador de esta línea argumental alternativa no es la alianza funcional… sino la posibilidad de una relación íntima entre Leocadia y Santos. Una manipulación que cruzaría los límites, donde la falsa ternura se transformaría en deseo y posesión. Santos, frágil, perdido entre emociones no resueltas, podría haberse dejado arrastrar. Y Leocadia, como villana clásica, se aprovecharía de su fragilidad para atarlo más fuerte a su causa.
El resultado: una relación desigual, ambigua, y absolutamente escandalosa. Un reflejo oscuro del amor prohibido, recordando a historias como Gosford Park o incluso Downton Abbey, donde los vínculos entre sirvientes y nobles no siempre responden al amor, sino al control y al juego de poder.
Y si esa relación se consolidara, ¿qué posición tendría Santos? Ya no el criado torpe y sensible… sino el mayordomo con poder absoluto, temido por todos, incluso por los que alguna vez se burlaron de él. Y Ana, la mujer por la que una vez sufrió en silencio, se convertiría solo en un recuerdo lejano frente a la influencia absorbente de Leocadia.
Este giro no solo cambiaría la jerarquía en La Promesa, sino que redefiniría la esencia del conflicto interno del palacio, colocando a Leocadia como la gran titiritera, capaz de manipular no solo a los señores, sino también al servicio.
Y lo mejor de todo: esta historia —aunque completamente inventada por un fan— se siente posible, verosímil, incluso necesaria. ¿Por qué? Porque Leocadia ha demostrado una y otra vez su capacidad para detectar debilidades, ofrecer afecto donde no lo hay, y cobrar caro cada favor. Santos, por su parte, es un alma rota que busca pertenecer. Y esa combinación es peligrosa.
¿Habría sido este el destino ideal para Santos? ¿O solo otro tipo de cárcel emocional? ¿Y Leocadia realmente sería capaz de enamorarse, aunque fuese por interés? ¿Qué precio estarían dispuestos ambos a pagar por obtener lo que siempre sintieron que se les negó?
Aunque esta línea narrativa no forma parte oficial de La Promesa, su fuerza dramática y complejidad psicológica la convierten en un fascinante “¿y si…?” que merecería, al menos, una mirada más profunda. Tal vez, algún día, los guionistas se atrevan a llevar a Leocadia y Santos por caminos aún más oscuros.
Hasta entonces, esta historia alternativa nos recuerda una cosa: en La Promesa, lo que no fue… podría haber sido aún más apasionante que lo que vimos.